¿Y tú que haces?

Por: Lilienne   Electorat

En el último tiempo, por distintos motivos me ha tocado responder con mayor frecuencia a la banal pregunta  “¿ Y tú en que trabajas? o “¿A qué te dedicas? Pregunta coloquial y de un primer acercamiento social que normalmente nos sirve para abrir un eje de conversación o simplemente ubicarnos en cierta esfera del mundo. Responder soy Psicóloga en general conlleva algún acercamiento con el tema y muchas más veces de las que quisiera (por supuesto en un contexto social cualquiera) a que te cuenten sus problemas con la familia, con los hijos o sus propias experiencias al respecto. Sin embargo, cuando contesto “soy psicoanalista”, me he topado con reacciones curiosas que podría ser un campo fértil de explorar en principio. Me refiero a reacciones como ; Oh!,  Ah! cool, acompañados de un gesto bastante frecuente que es abrir los ojos o levantar una ceja.

Una primera inquietud podría ser que nadie sabe muy bien qué es el psicoanálisis. Normalmente y en el mejor de los casos lo asocian a la caricatura de un señor serio con anteojos frente a otro sobre un diván, o bien a la profundidad de las emociones, pasando por otras bastantes hilarantes como ser analista de sistemas.

Me pregunto, ¿la gente debiera saber qué hace un psicoanalista? Creo que no, tanto quizás como qué hace un físico cuántico o un bioquímico molecular. Y sin embargo algo me inquieta. Algo quizás cómo introducir la buena nueva de que Ud no es el centro de si mismo, tal como lo anunciaba J. Lacan en una entrevista el año 1957 emparentando el psicoanálisis con el descubrimiento copernicano y con un efecto subversivo. Ud. ya sabrá qué le pasó a Copérnico.

Advertir que, si hubiera algo así como un centro de si mismo, allí no estaría su persona sino un sujeto, un sujeto del inconsciente. Un sujeto estructural o estructurante y sin embargo bastante desconocido y sobre todo esquivo, pero que siempre estuvo allí, mucho más cerca de lo que Ud. imagina. Siempre muestra sus huellas en nuestros sueños, lapsus o malestares, digamos síntomas, todos objeto de desciframiento, porque cómo Ud. ya lo intuye se presenta cifrado.

Peor aún, que ese sujeto sea un efecto de lenguaje es otro motivo de subversión.  En esa misma entrevista J. Lacan ejemplifica con la imagen de una hamaca que recibe al niño que está por nacer, hamaca que puede contener al niño pero que también lo aprisiona. Y si de prisiones se trata, el término censura o represión demasiado conocido, más bien repetitivo y por qué no estructural en el ámbito histórico y social, muestra que allí donde el poder somete sostenidamente con insistencia, en otra parte se gesta un malestar, una revuelta o una revolución.

Llevando esta imagen al psiquismo, uno podría más o menos imaginarse que el poder de la hamaca que contiene y nos permite ser hablantes, pero que al mismo tiempo aprisiona, gesta en el mejor de los casos pequeñas -o no tanto- revoluciones, retornos de lo reprimido con lo cual tenemos que convivir y que constituyen el qué hacer cotidiano en nuestro oficio de analistas.

Roland Barthes decía que la lengua no sólo permite, sino obliga… obliga a decir, más allá de lo que se dice, o a escuchar más allá si uno está advertido. No se trata de profundidades , sino justamente de escuchar en esa literalidad de la lengua.

Ser psicoanalistas es ser lingüistas de lo clandestino, de lo subversivo del sujeto.

¿Será en el año 2025 aún un escándalo? No lo creo.  Pero después de todo, levantar una ceja no me parece un mal gesto.

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