«El malestar en la cultura y la búsqueda de la singularidad.  Una reflexión psicoanalítica.»

Por: Diva Gutiérrez Gómez,  

Es común escuchar a alguien hablar sobre todo lo que tiene y  que debería hacerle feliz, pero, a pesar de ello, se siente infeliz. Ha cumplido con lo que se supone que le dará felicidad: un trabajo que lo provee económicamente, una pareja, una familia, hijos, amigos. “¿Qué más quiero? ¿Qué más necesito?” Y, sin embargo, rompe en llanto. ¿Cómo puede el psicoanálisis abordar esta solicitud?

La frase “El malestar en la cultura”, acuñada por Freud, se refiere al costo que implica ser sujetos de la cultura y del lenguaje. Somos educados en una sociedad que nos exige cumplir con ciertas expectativas: cumplir con exigencias impuestas por un consenso cultural, costumbres, valores y principios. Pero los seres humanos, además de ser sociales y depender siempre de los demás para subsistir, somos también seres singulares, únicos e irrepetibles. La cultura y la educación, sin embargo, a menudo olvidan este aspecto. Como consecuencia, lo que constituye una parte esencial del ser humano parece quedar postergado, reprimido. Digo “aparentemente” reprimido, porque esta singularidad no puede ser acallada por completo.

La singularidad del sujeto es compulsivamente insistente. Si no emerge de una manera, lo hace de otra. Así surgen los sueños, los lapsus, los olvidos, los síntomas, y todos esos fenómenos que irrumpen en la vida e interfieren en la tarea social de cumplir con las exigencias. Las personas se enferman, fracasan, tropiezan, no cumplen o fracasan en el intento. Una de las enfermedades más comunes de nuestro tiempo es la depresión, que me atrevo a definir como la pérdida del sentido de la vida. No basta con cumplir con los demás; es prioritario cumplirse a uno mismo.

El psicoanálisis es un método para abordar la salud mental desde esta perspectiva.

Freud descubrió lo inconsciente escuchando a sus pacientes. Fueron ellas quienes le pidieron que se callara y las escuchara, que dejara resonar sus palabras, porque, sin saberlo, intuían que en ese resonar de palabras escuchadas por el analista, podía emerger esa singularidad tan acallada. Con ello, se abría la posibilidad de una vida con más sentido, con un estilo propio, a nombre propio. Como decía Freud, se trataba de pasar de una vida marcada por el sufrimiento neurótico, resultado del conflicto entre lo social y lo singular, a una vida con menos neurosis, que permitiera afrontar las vicisitudes de la existencia.

Desde entonces, los psicoanalistas escuchamos a los analizantes, para que sus palabras resuenen en el silencio de la consulta y emerja su singularidad, su estilo, a nombre propio.

Enero 2025

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